8 ene 2011

Exponer el cuerpo y el alma



Pareciera que el peruano va de mal en peor. Y podría decirse que es un hecho. Su sensibilidad social y calidad humana vienen en franca caída...  La degradación es evidente en todos los estamentos de la sociedad. Cada vez tenemos peores políticos, peores funcionarios públicos, ya no aparecen grandes artistas ni grandes pensadores. Los grandes intelectuales han desaparecido o van en camino porque así es la vida.... y en su lugar han quedado imitadores mediocres o principiantes improvisados y elementales que por el hecho de salir en televisión el público considera sus palabras y acciones como iluminadas y modelos a seguir.

Cualquiera puede ser regidor municipal, alcalde, congresista o presidente del país, sin importar que sea un asesino, genocida, ladrón, bígamo, mentiroso o un perfecto cavernícola de saco y corbata; mediocre de inteligencia, y pura ambición. El descaro y la desfachatez es el ámbito de la mayoría de personajes públicos. Unos lo hacen como estrategia, otros sin darse cuenta; pero igual dejan en cada intervención pública una huella, una marca personal que los pinta de cuerpo entero, como una fotografía de su alma y mente que podríamos decodificar si prestáramos más atención, entonces estas personas quedarían desnudas y a merced de nuestro escrutinio pues tendrían menos posibilidades para el engaño o simplemente para vernos la cara de tontos.

¿Entonces, qué podemos esperar de la televisión peruana? Si la televisión es un reflejo de nuestra sociedad. Comienza un nuevo año y la “moda” es la exposición pública con la pareja de turno, si se trata de un nuevo amante mejor entonces. Imágenes “sembradas” por los propios implicados proliferan en los diarios y pantallas como si el mundo se fuera a acabar, sin dejar de mencionar lo útil que resulta el “twitter” para insinuar alguna pena de amor, o algún deseo o fantasía erótica. El rebote de estas informaciones en los medios es increíble, como también lo es la creencia de esta gente en asumirse de un valor e importancia que no tienen.

Pero hay algunos que han encontrado en el “remember” una nueva veta por explotar. Gisela, una maestra de la manipulación, armó el “affair” con su ex marido y obtuvo muchos réditos pues su público cautivo aceptó la farsa patética. Pero no es la única, en el colmo de la desesperación por el bajo rating la autodenominada “señora” Carmona: la bailarina Tula, invita a su ex amante Waldir Saenz a su programa como si ésta hubiera sido una relación de la cual sentirse orgullosa (algunos recordamos los titulares de la época con insultos raciales y declaraciones obscenas de ambos lados que harían enrojecer hasta al más pintado).

Ambos casos me resultan intolerables, la ralea de estas dos señoras es harto conocida: sus hojas de vida no dejan dudas; lo que sorprende es la comparsa cómplice del público y los medios haciendo eco de los disfuerzos y sandeces de esta gente. Mucho lujo por fuera, pero harto nivel porcino en su alma. Así, la señorita Vanessa Jerí (labios de silicona, senos de silicona, y demás operaciones) decidió querellar a la joven modelo Shirley Arica (conocida por ser amante de un futbolista) que declaró que la Jerí se habia sometido a múltiples cirugías estéticas para ponerse siliconas.

Después de semanas de violentos intercambios verbales en los medios, la Jerí, antes también modelito de ambiente y hoy novia de un empresario futbolero millonario, decidió no hacerlo y afirmó muy suelta de huesos que “No era necesario pues finalmente no me afectó económicamente”. Es decir, todo el discurso inicial sobre el honor y la integridad perdió valor e importancia ante la contundencia de un buen contrato.

Todo fue una pose, no hay publicidad mala, dicen. Pero ¿Dónde quedaron los principios? - A esto nos referimos con “leer las huellas” en cada intervención de los personajes públicos. Que ellos solos se condenen, que delaten intenciones subyacentes, su nivel cultural, su capacidad, su calidad humana. Hay “subtextos” en una palabra, en un gesto, un silencio también puede ser elocuente, lo importante es tomar conciencia y convertirnos en una masa con capacidad de pensar y analizar en los diversos espacios de la sociedad para dejar de ser ovejas del mismo redil como muchos nos quieren clasificar.

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